En 1987, la psicóloga no estaba buscando cambiar el mundo. Solo necesitaba despejar su mente.
Aquel día salió a caminar por un parque, arrastrando pensamientos pesados, recuerdos que le dolían, emociones que no podía clasificar del todo.
Mientras paseaba, notó algo extraño.
A medida que sus ojos se movían rápidamente de un lado a otro, siguiendo el movimiento natural del entorno —las ramas, los transeúntes, la vida—, sus emociones parecían… calmarse. No desaparecían.
Pero algo dentro de ella empezaba a colocarse en otro sitio.
Como si su cerebro estuviera reescribiendo el significado del dolor.
Francine, lejos de ignorarlo, hizo lo que solo hacen los valientes: se detuvo a escuchar lo que no entendía.
Y comenzó a investigar.Primero con ella misma. Luego con pacientes reales.
Les pedía que recordaran un trauma…
Mientras movían los ojos, siguiendo sus dedos, en un movimiento lateral suave y constante.
Y el efecto era tan repetible como sorprendente:Los recuerdos seguían ahí.
Pero ya no dolían igual. Así nació el EMDR, un método de desensibilización y reprocesamiento por movimientos oculares.
Una técnica revolucionaria que hoy usan psicólogos de todo el mundo para tratar: Trastornos por trauma, ansiedad, duelos, abusos, miedos, experiencias extremas como guerras, catástrofes, pérdidas…
Y todo empezó con una caminata.
Esta historia me conmueve profundamente.
Porque no nació en un laboratorio.
Ni fue patrocinada por grandes empresas.
Nació del cuerpo, del movimiento, del silencio, y de una mente dispuesta a mirar lo invisible.
Francine no buscaba reconocimiento.
Solo quería entender lo que estaba sintiendo.
Y al hacerlo, creó una herramienta que ha ayudado a millones de personas a recuperar la paz.
A veces pienso cuántas ideas brillantes se pierden por no hacerles caso.
Cuántas veces lo extraordinario se esconde en lo cotidiano.
En una caminata. En una pregunta. En una intuición que ignoramos porque “no suena científica”.
Pero si alguien se atreve a prestar atención…
Y si además tiene el coraje de hacer algo con eso…
El mundo cambia.
No sé si estás trabajando en algo enorme o en algo que parece pequeño.
Pero si lo estás haciendo con atención, con respeto, con propósito…
no es pequeño en absoluto.
Tal vez aún nadie lo entienda.
Tal vez tú mismo no ves su alcance.
Pero quién sabe:
podría ser el EMDR de tu campo.
La idea que transforme lo que otros no sabían cómo sanar.