A medida que las redes corporativas han crecido en tamaño y complejidad, muchas organizaciones han priorizado la funcionalidad sobre el diseño estratégico. El resultado: infraestructuras con arquitecturas planas, donde todos los dispositivos —usuarios, servidores, impresoras, cámaras IP, VoIP, incluso sistemas industriales— conviven en el mismo espacio lógico sin aislamiento ni control efectivo.
Esta configuración, heredada muchas veces de fases tempranas del crecimiento de la empresa, funciona… hasta que deja de hacerlo. Y cuando ocurre un incidente de seguridad, una caída de red o una simple tormenta de broadcast, el impacto es global: todo está conectado con todo, sin contención, sin visibilidad y sin capacidad de reacción efectiva.
En este contexto, es fundamental entender dos conceptos clave:
- Red plana: una red sin segmentación lógica real, con un solo dominio de broadcast y sin separación de funciones.
- Principio de mínimo privilegio: cada dispositivo o usuario debe tener acceso solo a los recursos que necesita, ni más ni menos.
Ambos conceptos están íntimamente relacionados. Una red plana imposibilita aplicar el mínimo privilegio, ya que todos los nodos pueden ver y, potencialmente, comunicarse con todos los demás. Esta falta de segmentación es, en esencia, una vulnerabilidad estructural.
Y no se trata solo de seguridad: el rendimiento, la facilidad de administración, la capacidad de crecimiento y la visibilidad operativa también se ven comprometidos en este tipo de entornos.
En un mundo donde las amenazas internas son tan peligrosas como las externas, y donde conviven activos IT, OT e IoT, la segmentación de red bien diseñada ya no es una opción: es una necesidad crítica.